Hoy tengo malas noticias para ti. Mientras más crecen tus hijos, menos te hablan.
Sé que si tienes un niño de tres años en este momento que se sienta detrás de ti en el coche y hace comentarios y preguntas cuando conduces, es difícil de creer. Tu hijo tiene 19 millones de preguntas sobre las vacas, el sol y las abejas, y por qué ese perro solo tiene tres patas y no hay forma de que deje de hablar tanto. No es posible imaginar un momento en el que cesará este tsunami de palabras.
Prometo que va a suceder. Lentamente, a medida que van creciendo, se vuelven más privados. Lo que una vez fue una larga conversación con altibajos se convierte en algo como esto:
Tu: ¿Cómo estuvo la fiesta?
Tu hijo: Bien.
Tu: ¿Quién estaba ahí?
Tu hijo: todo el mundo.
Tu: ¿Te divertiste?
Tu hijo: Sí.
En situaciones como esa, especialmente con los adolescentes, a menudo he visto a los padres tomar la dirección equivocada. Cuando se enfrentan a conversaciones breves, adoptan la postura de: «Bueno, dejare que me hablen cuando estén listos».
Creo que hay algo que decir sobre la creación de un espacio en el que tus hijos puedan hablar contigo cuando quieran y como quieran. Creo que puedes crear un espacio seguro y este puede ayudarlos a sentir la libertad de hablar contigo sobre cualquier tema. Por ejemplo, mi esposa y yo tenemos cuatro sillas en nuestra sala de estar frente a frente. Llamarlo un «área de descanso» sería exagerar enormemente la fantasía de nuestra casa.
Nos sentamos juntos por la noche, sabiendo que eventualmente nuestra hija menor saldrá de su habitación para recapitular el día y nuestra hija mayor regresará a casa de la práctica de la banda de música. No forzamos las «conversaciones de calidad», pero hemos creado un espacio sencillo donde pueden suceder de forma natural.
Al mismo tiempo, hay momentos en los que deliberadamente aprovechamos un superpoder secreto que todos los padres tienen. ¿Qué es? La Curiosidad.
Eso es todo. Ese es el superpoder. Hemos aprendido a sentir curiosidad constantemente por nuestros hijos.
La curiosidad hace que inicies más conversaciones que críticas. La curiosidad hace que las conversaciones avancen más que las críticas. La curiosidad cura más conversaciones que las críticas.
Y la curiosidad generalmente comienza con algo tan simple como hacer una pregunta. Es tu trabajo hacer preguntas como padre.
¿Quieres conocer su vida? Hazle una pregunta. ¿Quieres saber sobre cómo le va en la escuela? Hazle una pregunta. ¿Quieres saber de sus amigos? Hazle una pregunta. ¿Quieres conocer sus esperanzas y temores? Hazle una pregunta.
No puedes volverte pasivo como padre o tu hijo se convertirá en un extraño. (Yo diría que lo mismo ocurre con tu matrimonio, pero esa es una discusión diferente para un día diferente). No es su trabajo acercarse a ti, es tu trabajo acercarte a ellos. No puedes esperar por ellos.
Tienes que ser el iniciador de la conversación. Tienes que ser dueño de la interacción. Tienes que ser proactivo si realmente vas a saber qué está pasando.
No siempre será fácil, especialmente durante la adolescencia, pero ¿cuál es la alternativa?
Pierdes el contacto con tus hijos. Terminas siendo extraños en tu propia casa. ¿Quién quiere eso?
Se curioso. Empieza lentamente si es necesario, pero hazle una pregunta. La curiosidad es un superpoder.