También llamado «pulsear» o «echar unas fuercitas», este juego de fuerza se remonta a 3.000 años atrás, donde los egipcios lo practicaban hasta convertirlo en un deporte.
Este juego requiere que dos jugadores (por parejas) con el codo apoyado en una superficie lisa (generalmente sobre una mesa) entrelacen sus manos. El objetivo del juego es derribar la mano del oponente haciendo que éste toque la mesa.
Es común ver competiciones de este juego entre padre e hijos, abuelos y nietos, propiciando así la interacción intergeneracional. Hoy por hoy, existe una Federación Internacional que organiza competiciones alrededor del mundo, premiando no sólo a los más fuertes sino a los más resistentes.