Acabas de enterarte de que tu hijo ha sido suspendido o expulsado de la escuela.
Las reacciones naturales pueden incluir: conmoción, confusión, vergüenza o enojo. Ciertamente son conversaciones difíciles entre padres y tutor del niño/a.
En este artículo encontrarás consejos sobre qué hacer si alguna vez recibes esa temida llamada telefónica.
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Trata de mantener la calma
Nuestros hijos nos observan de cerca, especialmente en tiempos de crisis. Nuestra reacción inmediata suele ser la ira, pero no siempre es la mejor respuesta. Es posible que en ese momento hayas pensado: «Bien, quiero que él sepa y vea lo enojado que estoy».
Es perfectamente comprensible sentirse enojado, especialmente si crees que tu hijo ha sido tratado injustamente. La necesidad de regañar al funcionario de la escuela o incluso a tu hijo es comprensible. El problema es que tus otros hijos, o el hijo de otra persona, pueden estar viendo cómo interactúas con tu hijo u otro adulto en un momento acalorado. Incluso cuando la ira está justificada, recuerda que siempre estás modelando comportamientos, ya sea que te des cuenta o no.
En lugar de explotar, da un ejemplo de regulación emocional diciéndole a tu hijo: «Estoy realmente molesto, así que me voy a ir ahora mismo y hablaremos de esto más tarde cuando me sienta más tranquilo». Cuando te vayas, tómate unos minutos para respirar profunda y lentamente o camina por el vecindario para aclarar tu mente.
Obtén toda la información
Otra razón por la que mantener la calma es el primer curso de acción es porque es importante conocer la historia completa. Cuando una información difícil te sorprende, es fácil sacar conclusiones precipitadas o asumir automáticamente que la escuela está equivocada y que se ha cometido una grave injusticia con tu hijo. O puede ser el padre que asume que su hijo está equivocado y merece la disciplina. Cualquiera de los dos escenarios podría, de hecho, ser cierto. Sin embargo, en lugar de explotar con tu hijo o con el administrador de la escuela entregando las noticias, asume la posición de un reportero de investigación y obtén todos los hechos.
Programa una reunión en persona
Si es posible, programa una reunión en persona con el administrador o el maestro involucrado. Discute los detalles que llevaron al incidente y la razón por la que se eligió esta medida disciplinaria sobre otras. Y asegúrate de aclarar si tu hijo enfrenta una suspensión o una expulsión.
Una suspensión suele ser a corto plazo, mientras que una expulsión a menudo requiere que tu hijo esté fuera de la escuela por mucho más tiempo, a veces hasta un año o más. Saber cuál te ayudará a determinar los próximos pasos.
Por ejemplo, si tu hijo enfrenta una expulsión, considera consultar con un abogado de educación para estar al tanto de las leyes federales y estatales. Cuando se programe la reunión, tal vez lleva a alguien contigo que te ayude a sentirte cómodo y a mantener la calma. Puede ser un amigo, un colega, un familiar o un líder ministerial. Solo asegúrate de informar a la escuela con anticipación. Antes de la reunión, anota cualquier pregunta que tengas.
Aquí hay algunas preguntas que quizás desees hacer:
- ¿Cuáles son los detalles del incidente?
- ¿Puedo ver la evidencia que respalda su conclusión?
- ¿Cuánto tiempo durará la suspensión o expulsión?
- ¿Existen castigos alternativos?
- ¿Cómo afectará la suspensión a su progreso académico?
Independientemente del papel de tu hijo en el incidente, recuerda que tu eres su defensor educativo. Tu hijo tiene derecho a completar las tareas y los exámenes perdidos durante el período de suspensión. En la medida de lo posible, asegúrate de que tu hijo no se quede atrás ni sufra daños académicos como resultado de la suspensión.
Si tú eres padre de un estudiante de educación especial, tu hijo tiene derechos y protecciones educativas muy específicos. Considera buscar el consejo de un abogado con experiencia en educación especial antes de que tu hijo comience a cumplir la suspensión o expulsión.
Habla con tu hijo
Es importante hablar con tu hijo antes de reunirte con la escuela y después. Tu objetivo no es solo comprender su lado, sino también determinar la razón del comportamiento.
En la conversación, es posible que descubras que tu hijo menor no se siente desafiado en un tema determinado y estaba interrumpiendo la clase por aburrimiento. O que tu adolescente mayor ha lidiado con la intimidación y el bullying en silencio durante la mayor parte del año escolar y ha llegado a la última gota.
Independientemente de la razón, usa este tiempo para reafirmarle a tu hijo que tu amor por él no tiene condiciones. Recuérdales que todavía son amados por ti y por Dios.
Permite las consecuencias y la empatía
Si estás familiarizado con el enfoque amoroso y lógico de Jim Fay sobre la crianza de los hijos, puedes recordar que uno de los conceptos más difíciles de poner en práctica es permitir las consecuencias mientras expresas empatía. Una forma de hacer esto es permitir que se desarrolle la consecuencia natural de un comportamiento (por ejemplo, suspensión escolar o expulsión) mientras expresas compasión por cómo estos eventos están afectando emocionalmente a tu hijo.
Además, usa la suspensión como un momento de aprendizaje. Involucra a tu hijo o adolescente en una conversación sobre comportarse de manera diferente en el futuro, dado el mismo conjunto de circunstancias. Al ayudarlos a encontrar formas de responder, a pesar de estar aburridos o enojados, les estás enseñando habilidades para resolver problemas y preparándolos para conflictos del mundo real.
Explora otras formas de soporte y estructura
A través de la discusión con tu hijo y los funcionarios de la escuela, determinarás si el incidente actual es aislado o es un patrón de comportamiento.
Cuando un niño o adolescente muestra comportamientos difíciles, en particular comportamientos que se salen de sus patrones de comportamiento normales, puede ser una señal de otros problemas. Busca oportunidades para apoyar a tu hijo no solo académicamente sino también emocionalmente.
La consejería individual, grupal o familiar puede ser un recurso útil para profundizar en los problemas subyacentes. En este proceso, puedes descubrir que tu hijo en realidad no está luchando mental o emocionalmente. Más bien, necesita un entorno estructurado u otro tipo de apoyo.
Quizás conectes a tu hijo con un ministerio de jóvenes o un grupo pequeño donde puedan discutir temas como la presión de los compañeros y aprender mejores habilidades para tomar decisiones.
Explora diferentes programas y organizaciones de socialización juvenil. Dichos programas estructurados no solo ayudan a abordar cualquier aburrimiento subyacente, sino que también brindan a tu niño o adolescente la exposición a misiones impulsadas por el servicio y a compañeros y adultos que lo apoyen.