Este es juego de antaño tiene un estilo similar al de tocar timbres.
Se trataba de atar un hilo al picaporte de una puerta y, a continuación, esconderse.
Desde allí, estiraban haciendo sonar el clásico “pom, pom”.
Cuando salía alguien de la casa para ver quién era el que llamaba resultaba que no había nadie y si la persona se percataba del hilo, algunas veces perseguía a los pícaros niños.
El objetivo del juego era encontrar el lugar más perfecto para estirar el hilo sin ser visto.